Fecha Noticia: 09/12/2016
Las apreciaciones de quienes hacen vida en la que fuera señalada como “la frontera más activa de América Latina”, no están alejadas de la realidad. Caminar por las calles del centro de San Antonio del Táchira y Pedro María Ureña, en Venezuela, muestra el poco movimiento comercial y la escasa actividad empresarial fronteriza.
La apertura binacional se ha reducido a una medida humanitaria para la compra de alimentos y medicinas en Colombia, cuenta José Rozo, expresidente de la Federación de Cámaras de Comercio, -Fedecamaras- de Táchira.
Para el empresario, la reactivación del paso peatonal y de carga a horarios restringidos no ha traído buenos resultados, entre otras razones, porque existen pocos bienes que ofrecer a los colombianos como consecuencia de la caída en la producción nacional.
“Venezuela tienen la tasa de inflación más alta del mundo y en 2016 cerrará por encima del 500%, esto significa que se han ido equilibrando los precios de algunos rubros entre Venezuela y Colombia que anteriormente eran atractivos a los habitantes fronterizos colombianos”, dice Rozo.
No obstante, para el presidente de la Cámara de Industria y Comercio de Ureña, Isidoro Teres, el mayor beneficio que ha traído la reapertura de la frontera ha sido concretar la reunión de las familias. Así se lo comentó a EL COLOMBIANO, al asegurar que los lazos familiares pudieron romperse luego del cierre definitivo entre Venezuela y Colombia, el 19 de agosto de 2015.
Una frontera de rebusque
La caída del sector empresarial y comercial (80% de empresas cerradas según la Cámara de Comercio de Ureña) ha venido acompañada del desempleo generalizado, aunado a la depreciación del bolívar frente al peso colombiano que en los últimos días casi logra alcanzar la paridad cambiaria (1 bolívar igual a un peso), son factores determinantes en el surgimiento de negocios fronterizos informales.
La avenida Venezuela de San Antonio, el corredor vial más transitado que conduce al puente internacional Simón Bolívar, se ha convertido en un mercado a cielo abierto en donde se ofrece al transeúnte alquiler de teléfonos, baños, estacionamientos, ropa, servicio de moto taxi, mazorcas asadas y pinchos de carne.
La calidad de vida del habitante de frontera ha desmejorado drásticamente, y quienes viven del trabajo informal afirman que “es lo único que está dando”. Así lo comenta un carretillero que cobra 2.000 bolívares (unos 2.600 pesos al cambio de 1,2) por cruzar cargado de maletas hasta el puente internacional.
El otro negocio que sirve de salvavidas en esa economía golpeada es el contrabando de gasolina de Venezuela hacia Colombia. Esto es lo que mantiene a muchos pobladores con ingresos para sobrevivir.
“Pasan la gasolina por los caminos verdes. La frontera permanece cerrada al comercio legal por los puentes pero no por las trochas. Hasta la mercadería que viene de Colombia para los hipermercados de la Gobernación del Táchira utilizan estos caminos para transitar. Todo el mundo en la frontera sabe el delito de carácter moral que están cometiendo”, revela José Rozo.
Declaraciones que coinciden con las de Carlos Luna, presidente de la Cámara de Comercio de Norte de Santander, en relación de la activación del paso binacional.
“Lo más preocupante de la apertura de frontera, si acaso se puede llamar así, es que se ha limitado el tema de las exportaciones legales e indirectamente se ha motivado el contrabando”.
Destaca Luna que como nunca antes se había visto en la región, “el fenómeno del contrabando está afectando seriamente el tema de seguridad, la parte social y cultural de Cúcuta, capital norte santandereana”.
Se compra pelo
Obtener lucro por la venta de cabello, y luego invertir la ganancia en comprar comida, se ha convertido en otra de los métodos para subsistir en la frontera colombo-venezolana.
Desde 20.000 pesos hasta 150.000 pagan grupos de colombianos que se ubican en un trayecto de unos 500 metros desde el puente Simón Bolívar hasta el corregimiento de La Parada, ofreciendo la “compra de pelo”.
Mirlenis, empleada de una zapatería de San Antonio, cruzó el puente para conocer el negocio. Una vez allí le pareció “tan bueno” que decidió vender unos cuantos mechones de su preciado bien.
“Me enteré del negocio por una amiga que vino y se lo cortó. A ella le pagaron 85.000 pesos. Mi pelo es menos abundante, así que solo me dieron 60.000 pesos, pero con eso aprovecho y me llevó arroz, azúcar, harina para las arepas, café, toallas sanitarias, jabón de baño y todavía me quedaron algunos pesitos”, cuenta.
Al preguntársele a la venezolana de 28 años cómo se siente al tener que vender el cabello para comprar alimentos, se le cortó la sonrisa, desvió la mirada y no logró contener las lágrimas: “me da tristeza tener que llegar a esto para alimentar a mi familia. Cualquiera dice que es fácil porque el pelo crece rápido, pero tener que hacerlo para comprar lo que en mi país es inaccesible, no es fácil contarlo”, argumentó secándose el rostro.
A Cúcuta no le ha ido bien
La apertura parcial del paso binacional no ha logrado levantar el comercio local en la capital del Norte de Santander como en otros tiempos.
Gladis Navarro, presidenta de la Federación Nacional de Comerciantes, -Fenalco-, de Cúcuta, indicó que “no hay apertura de frontera, lo que existe es un paso peatonal, así lo hemos entendido. Para el Gobierno de Colombia, siempre ha estado por delante el tema humanitario, el apoyo y la colaboración”.
En Cúcuta, lo que se ha observado durante los tres últimos meses de apertura, es un importante número de venezolanos (50 mil ingresan diariamente según migración Colombia) que vienen en busca de la canasta básica familiar, lo que ha representado un aumento del 30% en ventas de algunos supermercados, explica Navarro.
“Entendemos que desde que se abrió la frontera hay una necesidad clara y es conseguir comida que es en lo que se ha focalizado el comprador venezolano. Por lo que otros sectores como ropa y calzado no han mostrado mayor incidencia”, agrega.
“Vienen, revuelcan y se van”
Jimmy Reyes, es comerciante de calzado en Cúcuta. Su tienda tiene descuentos que van del 30% al 70% y a pesar de estar en temporada, no hay mayor afluencia de compradores.
“No hemos visto mejoras luego que se abrió la frontera, al menos en el sector calzado; nuestra ventas se han reducido en más del 95%. Ahora el venezolano viene, pregunta, nos revuelcan todo pero no se llevan nada”.
Según Reyes, el cliente colombiano adquiere el producto pero en poca cantidad, no como lo hacía el venezolano que “llegaban en grupos, y con la tarjeta de Cadivi (dólares preferenciales) llevaban en cantidad, y no solo en temporada, la venta era todo el año”.
Sin embargo, con el inicio del paso de carga pesada entre septiembre y noviembre se han desarrollado 60 operaciones de importación y exportación, cifra no comparable con los movimientos previos al cierre fronterizo que superaban esa cantidad en un mes, precisa Vladimir Tovar, coordinador de asuntos fronterizos de Fedecámaras.
Ante esta situación, se ha propuesto que se les otorgue a los comerciantes legalmente constituidos en la frontera tachirense, un régimen preferencial para que puedan importar mercancía por un valor menor a los 10.000 dólares.
“Buscamos que el comerciante pueda proveerse de productos y el comprador llegue hasta San Antonio y Ureña. La mercancía estaría sujeta a las variaciones cambiarias porque se va a traer desde Colombia. De esta manera los impuestos nacionales y locales quedaran en Venezuela. Además que se genera empleo en la región”, indicó Tovar.
Los venezolanos en los últimos meses del año se muestran escépticos frente a los posibles cambios en las políticas económicas y de frontera que puedan devenir.
“Estamos a la merced de Dios para que la situación económica mejore en la frontera ya que la buena intensión del Gobierno no es palpable de ninguna manera. Cuando cambien las políticas económicas será el resurgimiento de la frontera, mientras tanto seguirá el hambre y la desolación”, concluye Edgardo Colmenares, empresario aduanero de San Antonio.
Las esperanzas de cambio y mejoría de muchos venezolanos estaban cifradas en un cambio político (referendo revocatorio presidencial), acción que por ahora está descartada en el territorio venezolano.
